jueves, 24 de septiembre de 2015

Una mañana especial

Salgo de casa y me abraza el frío. Pero no un frío helador o posesivo, sino un frío amable y refrescante. El cielo azul me saluda, mientras los rayos del madrugador sol me acarician templando mi piel. Y la música... La música llena mis oídos y me transporta fuera de mi cuerpo para poder disfrutar de esta excelente mañana sin ataduras.

Temo que es un corto viaje hasta el instituto, donde pasaré encerrado el resto del día. Aún así, es suficiente para renovar mi entusiasmo y volver a hacer que luzca mi sonrisa. La vida está llena de este tipo de pequeños momentos de felicidad. Sólo cuando seamos capaces de reconocerlos y aprovecharlos, entonces podremos vivir de verdad.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Quiero soñar

Hay momentos en que no puedo evitar dejarme llevar y soñar despierto. ¿Que culpa tengo yo si siempre he sido un soñador? Mañana será otro día, pero hoy me apetece soñar...

Quiero soñar y volar alto por un cielo de libertad y sin fronteras. Que no haya límites, todo el horizonte a mi alcance, sin nubes que oscurezcan la vista, ni viento que se oponga a mi vuelo.

Quiero soñar y hundirme en la profundidad de un mar de emociones desatadas, lágrimas de emoción, de dolor, de alegría y de tristeza, todas unidas formando un vasto océano donde perderme para así volverme a encontrar.

Quiero soñar y subir a las más altas montañas desde donde poder observar el mundo a mis pies. Poder desde mi atalaya tocar el suave brillo de las estrellas, admirar la fiereza del sol y seducir a la hermosa luna.

Quiero soñar y recorrer valles y praderas cubiertos por un florido manto, bañarme en ríos que me hablen de su largo viaje y contar los granos de arena de cada desierto. Dejar por un momento de ser yo, que la madre tierra me acoja en su seno para así serlo todo.

Y aunque mañana llegue el momento de despertar, ahora quiero soñar... Soñar con aquello que no tengo y tanto deseo... Soñar con que algún día quizás mis sueños se hagan realidad. ¿Que culpa tengo yo si siempre he sido un soñador? El mañana puede esperar, pues hoy quiero soñar...

miércoles, 22 de abril de 2015

El hombrecillo de sal

Hay una expresión que probablemente todos hemos escuchado alguna vez: encontrarse a uno mismo. Muchos pueden pensar que no es más que una tontería espiritual; sin embargo, yo creo que tendemos a pasar por nuestra vida de forma tan superficial que nunca llegamos a conocernos del todo. Lo buscamos todo fuera de nosotros, entretenimiento, satisfacción, felicidad... Buscamos de forma desesperada, sin darnos cuenta de que la fuente de todo cuanto da sentido a nuestra vida no se encuentra en el exterior, sino dentro de nosotros. En todos nosotros reside un abismo, algo enorme y difícil de comprender, algo que todos podemos sentir pero no sabemos qué es. Eso, es lo que de verdad somos. Pero hay algo muy importante a la hora de acercarse a ese abismo y llegar a entenderlo: para poder encontrarte a ti mismo, primero habrás de abandonarte.

Había una vez un hombrecillo de sal que habitaba en el desierto. Un día, cansado de la monotonía del lugar y de una vida sin aparente sentido, decidió viajar y conocer mundo. Tras una gran travesía, llena de peligro y aventuras, de alegrías y tristeza, llegó finalmente a la orilla del mar. Por primera vez en su vida contempló extasiado esa gran extensión de agua que se extendía, abarcando todo el horizonte, brillante bajo los rayos del sol. Atraído por la belleza de semejante visión, intrigado por aquella inmensidad que no podía comprender, el hombrecillo se acercó a la línea en que la blanca arena de una playa se fundía en un abrazo con las aguas en lento e hipnótico movimiento. Allí preguntó: "¿Quién eres?". El murmullo del oleaje tomó entonces fuerza y una voz profunda y poderosa le respondió: "Yo soy el Mar". "¿Qué es lo que eres?", volvió a preguntar el hombrecillo, ansioso por conocer aquel misterio que delante de su vista escapaba a su comprensión. "Yo soy el Mar", fue de nuevo la respuesta que recibió. "No entiendo", comentó confuso el hombrecillo. "Toca mis aguas y podrás comprender". Cuidadosamente el hombrecillo se acercó más a las aguas y hundió las puntas de sus dedos en ellas. Una chispa de conocimiento bailó por su mente, pero tan rápida como había aparecido volvió a desaparecer. "Sigo sin entender" murmuró más confuso aún, viendo cómo sus yemas habían sido disueltas al entrar en contacto con el mar. "Adéntrate en mis aguas, báñate en mí y entonces lo entenderás". Decidido a encontrar sus respuestas el hombrecillo comenzó a adentrarse en el agua. Cuanto más avanzaba, más cubierto quedaba por el mar, adelgazando a medida que las aguas disolvían su cuerpo. Sin embargo, poco a poco comenzaba a comprender, y lejos de asustarse avanzó con mayor resolución al encuentro de esa inmensidad que le esperaba con los brazos abiertos. Así, cuando su cuerpo era ya apenas una delgada línea, una ola cayó sobre él, cubriéndolo completamente. Y fue en ese momento, ese último instante en el que su cuerpo terminaba de disolverse en las aguas que lo cubrían, cuando lo pudo comprender: "Ahora lo entiendo... El mar... El Mar soy Yo".

Dedico este cuento a Pon, quien en tantas ocasiones me pidió que le contara uno.


lunes, 9 de marzo de 2015

Euritan dantzan

Porque a veces, aunque el sol brille con fuerza en el exterior, sólo nubes encuentras dentro de tí. Los ojos húmedos, presagiando la lluvia de lágrimas con las que amenaza esa tormenta que no deja de crecer, alimentada por el silencio, la culpabilidad y la incomprensión. Una tormenta capaz de oscurecer el cielo azul, de arruinar hasta la más preciosa puesta de sol.

Pero no puedes dejarla, no debes permitir que se apodere de ti. Así pues... ¿Qué hacer cuando sólo lluvia encuentras dentro de ti?

Baila, baila bajo la lluvia hasta que la tempestad se de por vencida y desaparezcan las nubes. Porque lo sabes: después de la tormenta volverá la calma y el sol volverá a brillar.






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