sábado, 4 de octubre de 2014

Atardeceres

Creo que todos conocemos que los atardeceres son uno de los momentos más mágicos y hermosos del día. Durante mi Erasmus tuve la oportunidad de contemplar un precioso espectáculo, con el sol a un lado del cielo y la luna en el lado opuesto, el cielo convertido en un colorido cuadro separado en dos mitades que luchaban por dejar su huella en el lienzo azul. Fue un mágico momento que dudo mucho que pueda llegar a olvidar.

Ayer, subiendo y bajando por nuestra accidentada costa, volví a tener la oportunidad de vivir un mágico atardecer, en esta ocasión siendo tanto el cielo como la tierra parte de una exquisita obra que dejó una profunda huella en mi interior. A mi izquierda las verdes campas cubriendo todo cuanto la vista alcanzaba, a mi derecha el mar azul extendiéndose hasta el horizonte y uniendo ambos paisajes playas y acantilados adornando la breve transición entre tierra y mar, mientras la bruma marina lentamente se dirigía tierra adentro difuminando el paisaje con su manto blanco. Y entonces el sol cae, el intenso verde se apaga, el brillante azul se oscurece, el blanco adquiere tonos grisáceos y todo el paisaje queda eclipsado por un horizonte ardiendo en el fuego del astro que por un día más se retira a dormitar. Y yo desde un alto en el camino me estremezco al ser testigo de tan hermoso momento.

Dicen que la felicidad proviene de los pequeños momentos. Seguramente sea cierto ya que ayer, durante un breve momento, fui eternamente feliz.

Foto sacada de internet
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